Reconstruir el vínculo policía-sociedad en Francia

El deterioro de las relaciones entre policía y población se explica, en parte, por el predominio de una lógica marcial y política a corto plazo. Este modelo perjudica tanto a los ciudadanos, víctimas de prácticas brutales, como a los policías, expuestos a misiones mal definidas y arriesgadas.

Esta idea se extrae de una investigación realizada por: Marie Lajus, alto funcionario, ex prefecto y comisario de policía, Jacques de Maillard, profesor universitario y Marc-Olivier Padis, Director de Estudios de Terra Nova.

Un reciente informe de inspección señala un deterioro del vínculo de confianza entre las fuerzas de seguridad interna y la población. La brecha entre las expectativas de la población y la comprensión de las prioridades de los servicios es obvia. Este deterioro no sólo es preocupante por la insatisfacción de los usuarios. También conduce a una acción de política de seguridad menos efectiva. La sensación de distancia entre la policía y la sociedad dificulta el trabajo policial.

Las oportunidades de contacto entre la policía y la población tienen lugar con demasiada frecuencia durante las interacciones de control, en una lógica coercitiva y, en ocasiones, en un modo ofensivo, lo que crea un clima de desconfianza desfavorable para el trabajo policial.

También coloca a los agentes en situaciones conflictivas donde su responsabilidad puede ser cuestionada. Un malestar policial es evidente durante un cierto número de misiones para las que no están preparados o que sólo tienen como objetivo el aparente despliegue de la fuerza y ​​la acción represiva. Este malestar está ligado en parte a las condiciones en un contexto de tensión operativa permanente.

La acción de la policía durante la crisis sanitaria se ha orientado por instrucciones oficiales en una dirección esencialmente represiva. Las fuerzas policiales y de gendarmería se han movilizado masivamente para comprobar la aplicación del confinamiento y sus diferentes medidas (certificados, cierres de plazas, uso de mascarillas, etc.). En total, unos 100.000 agentes, es decir, casi todo el personal dedicado a la vía pública, fueron movilizados a diario por esta acción.

El dominio de un modo de intervención principalmente coercitivo, basado en concepciones obsoletas de gestión de multitudes y disuasión a través de la exhibición de la fuerza, conduce a situaciones de fracaso colectivo de las que los agentes pagan el precio (lesiones, imagen degradada, riesgo de acoso penal).

Pero los beneficios en términos de comunicación siguen siendo suficientemente fuertes para que los líderes políticos persistan en el callejón sin salida. Los movimientos de los chalecos amarillos presentan un caso especial ya que no se trataba de que la policía se enfrentara a manifestaciones organizadas, con un recorrido declarado, organizadores identificados, interlocutores responsables, un ritual controlado. Por defecto, a ojos del Ministerio del Interior, no se trataba de manifestaciones sino de concentraciones, es decir, una calificación que autorizaba el uso legal de la fuerza de forma mucho más amplia.

En los países vecinos, se ha observado un enfoque completamente distinto. Por ejemplo, en los Países Bajos, la acción policial se ha realizado con un espíritu de prevención, diálogo y rendición de cuentas. El eslogan escogido no fue el de la “guerra contra el virus” lanzada por el presidente de la República en Francia y después retransmitida, desde el primer ministro, a todos los niveles jerárquicos. El eslogan colectivo holandés era: “juntos, controlad la epidemia”.

El caso holandés muestra que otra estrategia para gestionar el confinamiento fue posible destacando el contacto con la población, los mensajes de prevención y el soporte. La policía británica implementó prácticas de acuerdo con un enfoque de 4 E (Engage, Explain, Encourage, Enforce), de las cuales la dimensión de coerción era, por tanto, sólo una de las cuatro dimensiones, y cuyas evaluaciones han demostrado que ha ayudado a mantener o incluso a desarrollar la buena voluntad pública. Por el contrario, la política de números, que ya ha mostrado sus límites, no valora ninguna de las habilidades profesionales de la policía. Solo funciona sobre el miedo al uniforme o al castigo, en detrimento de construir un vínculo duradero entre la policía y la sociedad. Esto debe suponer reforzar la formación inicial y continuada de los funcionarios encargados de la seguridad interior, que actualmente es demasiado limitada en duración e insuficientemente adaptada desde el punto de vista del contenido y la preparación para la profesión.

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