Las demandas crecientes de servicios policiales para dar respuesta a las personas en crisis de salud mental en Canadáestán provocando importantes cargas sobre los recursos policiales, ya de por sí insuficientes.

Con el evidente empeoramiento de la salud mental de la comunidad, acelerado como consecuencia de la epidemia de la covid-19, los gobiernos han encargado sin querer a los servicios policiales un trabajo que no deberían realizar.
Esto ha supuesto que cada vez más se pida a la policía que realice intervenciones en lo que es esencialmente atención a la salud mental. La policía se ha convertido de esta forma en responsable de abordar los retos que las agencias policiales no están demasiado preparadas para afrontar, y por otra parte, disminuyen los recursos en el trabajo policial tradicional como investigar el crimen organizado, garantizar la seguridad pública, etc.
Por su parte, el sistema sanitario canadiense ha sido incapaz de cubrir esta creciente demanda para el cuidado de la salud mental. La respuesta colectiva del país no ha logrado construir suficientes capacidades para gestionar los riesgos y hacer frente a esta demanda.
En el caso de la policía de Inglaterra y Gales, denuncian que entre el 20 y el 40% del tiempo de trabajo policial se está dedicando a atender llamadas e incidentes relacionados con la salud mental.
Además, algunos expertos indican que aquellos que argumentan que las fuerzas policiales simplemente necesitarían entrenar mejor a los agentes de primera línea para gestionar óptimamente este reto, la cruda realidad es que se trataría de un mal uso de los recursos policiales. Entonces lo que proponen como respuesta correcta al problema es dotarse de profesionales de la salud mental formados, con profundos conocimientos y experiencia, dedicados a estas enfermedades en condiciones de librar y gestionar las crisis de salud mental desde primera línea.
Así pues, la reforma policial que se propone en Canadá para abordar este problema sistémico es poner a los agentes en este papel de apoyo, en vez de pedirles liderar una amplia gama de desafíos complejos en torno a la salud mental. Esta reforma buscaría como principios básicos la voluntad de hacer de la sociedad canadiense una sociedad más segura y saludable.
Los demandantes de cambios en este ámbito añaden que, si lo que se desea es una policía efectiva, haciendo de la sociedad un lugar más seguro para vivir y trabajar, sería fundamental identificar y abordar los retos a los que se enfrenta una policía moderna. Y para encontrar una respuesta eficaz al problema creciente de la salud mental, lo importante no sería formar mejor a la policía, a pesar de ser un objetivo admirable y que podría proporcionar algunos beneficios, no se puede olvidar el exceso de cargas de trabajo y la falta de recursos que arrastran desde hace tiempo.
Los responsables políticos deberían abordar la problemática invirtiendo en formación en intervención en salud mental en primera línea, aumentar la cifra de profesionales e incrementar la capacidad de actuación de quienes trabajan en el sistema de salud.
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