Los Países Bajos han cerrado 23 prisiones en cinco años y tienen la tercera tasa de encarcelamiento más baja de Europa con 54,4 internos por cada 100.000 habitantes. Las prisiones han sido reconvertidas en centros de asilo temporal, viviendas u hoteles.
El sistema judicial holandés está disminuyendo la población penitenciaria gracias, en parte, a programas de rehabilitación para personas con problemas de salud mental. Hay perfiles de personas bajo tratamiento psiquiátrico que son beneficiarias de una tendencia que crece en los Países Bajos, y es la de evitar que las personas entren en prisión a menos que sea estrictamente necesario. Entre las claves está, sobre todo, un exitoso programa que ofrece cuidados comunitarios a los que sufren problemas psiquiátricos.
Este programa persigue dos objetivos: prevenir un nuevo delito y aliviar el sufrimiento psiquiátrico y los problemas sociales que este comporta. Muchas veces se trata de personas con vulnerabilidad psicótica, autismo o dificultades graves en el aprendizaje que a menudo se combinan con serios desórdenes de la personalidad, adicciones, problemas financieros, problemas de vivienda o de vínculos familiares, y que acostumbran a estar traumatizadas.
Según WODC, centro de investigación y documentación del Ministerio de Justicia, el número de sentencias de prisión aplicadas en el país ha disminuido de las 42.000 en 2008 a 31.000 en 2018. A esta cifra hay que sumarle una disminución de dos tercios de las condenas a jóvenes y un descenso en los delitos registrados en el mismo periodo del 40%, hasta 785.000 ilícitos en el 2018. Paralelamente, otro de los factores sería el de las sentencias fuera del sistema judicial, como podrían ser las multas o el uso de la mediación.
Además, existe un programa de rehabilitación psicológica denominado TBS. Forma parte del sistema de justicia criminal para personas que no pueden asumir la responsabilidad de sus actos o solo pueden hacerlo de manera parcial.
Los beneficiarios del TBS tienen que haber cometido un crimen con una condena mínima de 4 años de prisión y tener un gran riesgo de reincidencia. El programa trabaja específicamente en su reinserción. Si se cree que eso no será posible o el interno no coopera, pueden ser transferidos a una prisión de alta seguridad.
El sistema de justicia criminal considera que aunque las condenas en la prisión pueden parecer el método más lógico y efectivo para mejorar la seguridad, la verdad es que solo ayuda a crear criminales más peligrosos. Ante esto, consideran que hay métodos menos agresivos capaces de obtener resultados más duraderos y positivos para la reinserción de las personas que cometen delitos.
Concluyen que las prisiones imponen una manera de vivir institucionalizada y muy controlada que no tiene nada que ver con el mundo real. Además, las personas jóvenes tienen peores experiencias en la prisión.
Dejar de considerar el encarcelamiento como la solución estándar para la delincuencia puede permitir la búsqueda de medidas preventivas más eficaces.
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