El Basque Center on Cognition, Brain and Language de San Sebastián, junto con la Binghamton University de Estados Unidos, están desarrollando una tecnología biométrica basada en el brainprint, el escáner de reacciones cerebrales a determinados estímulos (la lectura de palabras o la observación de fotografías). El escáner se lleva a cabo con electrodos colocados en la cabeza que registran diferentes reacciones encadenadas en forma de ondas cerebrales, las cuales, según parece, son únicas para cada individuo.
En mayo de 2015, los centros que colaboran en la investigación publicaron en la revista Neurocomputing que la exactitud en el reconocimiento de los 32 individuos que se habían sometido a las pruebas había sido del 97%. En esta fase, se había testado la reacción a acrónimos como DVD o FBI y a una serie de imágenes de medio segundo de duración (por ejemplo, un trozo de pizza, un barco o la actriz Anne Hathaway).
Con todo, en una entrevista concedida unos meses después a una publicación en línea de la misma Universidad de Binghamton, uno de los coordinadores del proyecto, el profesor Zhapeng Jin, señaló que ya habían alcanzado el resultado del 100% de exactitud. Según el profesor, este incremento se debe al hecho de que las pruebas posteriores se habían centrado en partes del cerebro no volitivas y no en las del pensamiento activo, que son menos estables a los procesos de aprendizaje o experimentación.
Este método se presenta como una alternativa más segura que las utilizadas hasta ahora para identificar individuos, porque, a pesar de la precisión del análisis de las huellas dactilares (que según un estudio norteamericano de la National Academy of Sciences es del 99,8%), los equipos policiales y de seguridad han detectado una serie de casos que hacen posible suplantar una identidad. Un ejemplo que expone al profesor Jin, quizás un poco extremo pero ilustrativo, es utilizar un dedo cortado a una persona para identificarse en su lugar. También se ha señalado la posibilidad de crear moldes después de obtener la huella de una determinada persona en un objeto. Los escáneres de iris presentarían, de acuerdo con el mismo estudio, un problema similar. En ambos casos, se podría forzar a una persona a identificarse. Sin embargo, en el caso del escáner cerebral no se puede comprometer la identidad de una persona de esta manera, porque si la forzaran “a punta de pistola” le causarían un estado de estrés que alteraría su capacidad cerebral.
El problema obvio que presenta actualmente el brainprint es la necesidad de disponer de un casco con electrodos, lo que resulta caro y poco disponible para el uso cotidiano. Precisamente por eso, y dado el estado de desarrollo de esta tecnología, no se presenta como un identificador para utilizar, por ejemplo, en cajeros automáticos o para desbloquear el teléfono móvil. La propuesta que se plantea a medio plazo es utilizar el brainprint como verificador en controles de seguridad en centros de alto riesgo, como centros militares, centros de inteligencia o centrales nucleares.
Puede consultar el estudio del Basque Center on Cognition, Brain and Language y la Binghamton University publicado en la revista Neurocomputing: Brainprint: Assessing the uniqueness, collectability, and permanence of a novel method for ERP biometrics.
La entrevista al professor Zhapeng Jin está disponible en la página web de la Universidad de Binghamton.
También puede leer el estudio sobre el uso de huellas dactilares que llevó a cabo en 2011 la National Academy of Sciences de Estados Unidos: Accuracy and reliability of forensic latent fingerprint decisions.
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